Ya desde su época de colegial, Halley
mostró interés por la astronomía y a la edad de veinte años empezó a recoger
datos de las estrellas del hemisferio Sur. Todos los astrónomos anteriores a él
solo se habían interesado por las estrellas visibles del hemisferio Norte y las
del Sur estaban sin observar, exceptuando algunos datos aportados por marineros
y exploradores.
Halley estableció el primer
observatorio astronómico del hemisferio Sur en la isla de Santa Elena, en el
Atlántico meridional (siglo y medio más tarde dicha isla se hubo de hacer
famosa por ser la última mansión de Napoleón Bonaparte). Luego aconteció que el
clima de la isla era bastante inadecuado para las observaciones astronómicas, y
Halley al volver a Inglaterra no pudo publicar más que un catálogo con 341
estrellas de dicho hemisferio. Esto, sin embargo, representaba una nueva y a la
vez muy digna aportación al mapa de estrellas y le hizo ganar mucha fama.
En Inglaterra se hubo de convertir
pronto en un amigo para toda la vida de Newton y fue gracias a él y a su ayuda
económica lo que permitió a Newton la publicación de su Principia Matemática.
Los principios de la gravitación de
Newton eran fácilmente aplicables a los distintos planetas e incluso a la Luna,
pero se dudaba de hasta que punto podían encajarse en él los cuerpos que por el
espacio no seguían ninguna ley especial, como eran los cometas que parecían
surgir y desaparecer repentinamente. Halley empezó en seguida a tratar este
problema y con la ayuda de Newton, recopiló todos los datos que pudo de
numerosos cometas, trazando sus itinerarios por el espacio. (En 1679, Halley
fue a visitar al anciano Hevelius, por entonces la máxima autoridad en cometas,
y posiblemente esto estimulara su interés por los mismos.)
Uno de los cometas que Halley descubrió
personalmente fue el de 1682. En 1705, cuando tenía en su lista los movimientos
de un par de docenas de cometas, se quedó asombrado por la similitud del
itinerario del cometa de 1682 con los que habían aparecido en 1456, 1531 y
1607. Estos habían aparecido con intervalos de 75 o 76 años y se le ocurrió
pensar si se trataría de un mismo cometa con una órbita muy alargada alrededor
del Sol, haciéndose solo visible cuando se aproximaba a la Tierra. Cuando se
dejaba de ver, se suponía que era porque se trasponía bastante por detrás de
saturno, el planeta más alejado de los entonces conocidos.
Halley dijo que tal cometa volvería a
aparecer hacia 1758, aunque sabía que la interferencia de la gravitación de
algunos de los planetas podía alterar el curso de alguna forma respecto a su
órbita y hacerlo aparecer fuera del tiempo predicho. (Clairaut demostró más
tarde la veracidad de esto.)
A pesar de que Halley no vivió para
verlo aparecer de nuevo (tenía que haber vivido 102 años, pero se murió a los
86, dentro del siglo del nacimiento de Newton), el cometa volvió a aparecer,
con las correcciones calculadas por Clairaut. Se ha conocido desde entonces
como Cometa Halley y ha vuelto a aparecer en 1835, 1910 y 1986.
Tras el trabajo de Halley, los cometas
se dominaron por completo y para siempre, demostrándose que estaban tan sujetos
al Sol como lo podía estar la Tierra. Si los movimientos de los cometas
parecían ser erráticos era solo porque sus órbitas eran tan alargadas que
algunos podían aparecer solo en intervalos de miles de años y permanecer
visibles durante pequeñísimas porciones de su órbita total.
Halley volvió a repetir la sugerencia
de Kepler que decía que el tránsito de Venus podía servir para determinar una
escala para el sistema solar y dicha sugerencia tuvo grandes frutos tras la
muerte de Halley.
En 1718 hizo notar que al menos tres
estrellas, Sirio, Proción y Arturo habían cambiado de posición claramente desde
los tiempos de los griegos y que además desde la época de Tycho Brahe (con
mediciones muy precisas) también era perceptible un pequeño desplazamiento y
esto era solo desde hacía siglo y medio. De esto sacó la conclusión que las
estrellas tenían movimientos particulares apenas perceptibles en cortos
periodos de tiempo por la gran distancia que nos separaba de ellas. Después de
todo, las estrellas tampoco resultaron ser fijas.
En 1720 murió Flamsteed, el enemigo
acérrimo de Halley y el puesto de astrónomo de la corte quedó vacante. Halley
fue elegido como tal, heredando un observatorio prácticamente sin instrumento
alguno, ya que los que allí se habían utilizado eran propiedad personal de su
antecesor y al morir este se los llevaron, sus herederos o tal vez sus
acreedores.
Halley introdujo nuevo instrumental en
el observatorio y dedicó los veinte años que ocupó el puesto a observaciones
meticulosas de la Luna.
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