Bell nació en una familia que se
interesaba en los problemas del lenguaje. Los padres habían estudiado la
mecánica del sonido y el padre fue de los primeros en enseñas a hablar a
sordomudos.
Entre los años 1868 y 1870 Bell trabajó
con su padre en el estudio de las palabras, enseñando a los niños sordos de
Edimburgo. Dos hermanos suyos murieron de tuberculosis y él mismo estuvo
amenazado de correr la misma suerte. Con lo que quedaba de la familia se
trasladaron a Canadá en 1870, en donde mejoró rápidamente su salud.
Al año siguiente fue a Estados Unidos y
en 1873 le nombraron profesor de fisiología vocal en la Universidad de Boston.
Se enamoró de una alumna sorda, que le alentó a que se dedicase con más
intensidad a sus estudios. Se interesó en la producción mecánica del sonido,
basando su trabajo en las teorías de Helmholtz y recibió el aplauso del
americano Henry.
Le pareció a Bell que si las
vibraciones de ondas sonoras se pudiesen convertir en corriente eléctrica
ondulatoria, esa corriente podría otra vez convertirse en ondas sonoras iguales
a las originales del otro lado del circuito. De este modo, el sonido podría
transportarse por alambres a la velocidad de la luz.
Un día que había vertido el ácido de
una sobre el pantalón, cuando trabajaba con un instrumento proyectado para
transportar el sonido, gritó a su ayudante: <Por favor, Watson, ven, te
necesito>. Watson, al otro lado del circuito, en otro piso, oyó hablar al
instrumento y bajo apresuradamente, a pesar suyo, con gran alegría. Fue ésa la
primera comunicación telefónica.
En 1876 Bell patentó el teléfono, en
1877 se casó y en 1882 se hizo ciudadano americano. (Edison descubriría la
transmisión con carbón en polvo que transmitiría la electricidad con más o
menos intensidad al comprimirse o no por
las vibraciones que originaba el sonido. Esto creaba una corriente que, a su
debido tiempo, volvía a convertirse en ondas sonoras.)
El nuevo teléfono fue lo más importante
de la exposición que tuvo lugar en Filadelfia en el año 1876 para celebrar el
centenario de la Declaración de la
Independencia. Fue la sensación de aquel momento, y al emperador brasileño
Pedro II le impresionó tanto que dejó caer el auricular para decir: “Habla!!!”.
Hecho que salió en los titulares de todos los periódicos. El segundo en
probarlo fue un visitante británico, Kelvin, que también se sorprendió muy
gratamente. Inmediatamente se introdujo el teléfono en América y Bell, a los
treinta años, era rico y famoso.
Continuó su carrera de invenciones,
realizando mejoras en el fonógrafo de Edison. En 1881, de un modo espectacular,
inventó un aparato que podía localizar metales para buscar la bala en el cuerpo
del presidente Garfield, que se moría lentamente a causa de un atentado. El
aparato funcionaba, pero en esta ocasión no dio el resultado esperado y el
presidente murió finalmente. A nadie se le ocurrió quitar el colchón de
muelles, que hizo interferencias y la exploración no fue buena.
Bell edificó una casa de verano en
Nueva Escocia, fundó la revista americana Science
(Ciencia) en 1883, se interesó en aeronáutica y ayudo a Langley económicamente,
hizo experimentos con aire acondicionado y con crías de animales.
Bell recibió muchos honores en vida y
en 1915, cuando se inauguró la primera línea telefónica transcontinental, Bell
(en el Este) habló, otra vez, con su antiguo ayudante Watson, que estaba en el
Oeste. Le repitió lo que le había dicho cuarenta años antes: <Por favor,
Watson, ven, te necesito>, y las palabras volvieron a ir de una habitación a
otra, pero esta vez no había solo un tabique de por medio, esta vez había todo
un continente, las palabras habían ido de costa a costa.
En 1950, pusieron una
efigie de Bell en la Galería de la Fama de grandes hombres americanos.
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