Lindbergh,
hijo de un miembro del Congreso de Minnesota, entró en la Universidad de
Wisconsin en 1920, pero interrumpió sus estudios de ingeniero técnico dos años
más tarde al entrar en una escuela de aviación. Se compró su propio avión,
convirtiéndose en un piloto dedicado al correo aéreo en 1925.
Durante aquel tiempo se ofrecía un
premio de 25.000 dólares a quien cruzara el océano Atlántico, sin escala, desde
Nueva York a París. Lindbergh obtuvo el respaldo de un hombre de negocios de
St. Louis, adquirió un monoplano que bautizó con el nombre de The Spirit of St.
Louis y en los días 20 y 21 de mayo de 1927 realizó el vuelo en treinta y tres
horas y media.
Se convirtió en un héroe de héroes
inmediatamente. En los Estados Unidos se produjeron grandes demostraciones de
admiración y reconocimiento. Pero el vuelo era más que una acrobacia, puesto
que la publicidad que llevó consigo sirvió para un motivo mucho más importante.
Durante el cuarto de siglo siguiente a
que los hermanos Wright realizaran su primer vuelo, la aeronáutica había
permanecido como una cuestión poco más que una cuestión de acrobacias y
emociones, igual que lo habían sido los viajes en globo un siglo antes, en la
época de Charles y Gay-Lussac. Durante la Primera Guerra Mundial se habían
llevado a cabo combates violentos con aviones de caza y también a nivel
pacífico ciertos servicios de correos, pero el público en general (y buena
parte de las autoridades) no consideraba seriamente a los aviones como un medio
de transporte.
Sin embargo, el vuelo de Lindbergh
motivó que el público tomara conciencia de la importancia de los aviones,
abriéndose el camino para la expansión de los vuelos comerciales. Cuando hubo
transcurrido otro cuarto de siglo, llegaron los viajes en jet y la gente
consiguió y asimiló un nuevo tipo de transporte. Los trenes, después de un
siglo de dominio desde la época de Stephenson, entraron en una época sombría,
al menos en lo tocante al transporte de viajeros.
Desde los días dorados de su vuelo,
Lindbergh sirvió a la ciencia al trabajar con Carrell en el diseño de un
corazón artificial para usarlo en el riego sanguíneo de los tejidos.
Al final de los años treinta fue uno de
los aislacionistas más destacados, lucho contra la participación de los estados
Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
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