lunes, 20 de febrero de 2017

CHARLES AUGUSTUS LINDBERGH





         Lindbergh, hijo de un miembro del Congreso de Minnesota, entró en la Universidad de Wisconsin en 1920, pero interrumpió sus estudios de ingeniero técnico dos años más tarde al entrar en una escuela de aviación. Se compró su propio avión, convirtiéndose en un piloto dedicado al correo aéreo en 1925.
         Durante aquel tiempo se ofrecía un premio de 25.000 dólares a quien cruzara el océano Atlántico, sin escala, desde Nueva York a París. Lindbergh obtuvo el respaldo de un hombre de negocios de St. Louis, adquirió un monoplano que bautizó con el nombre de The Spirit of St. Louis y en los días 20 y 21 de mayo de 1927 realizó el vuelo en treinta y tres horas y media.




         Se convirtió en un héroe de héroes inmediatamente. En los Estados Unidos se produjeron grandes demostraciones de admiración y reconocimiento. Pero el vuelo era más que una acrobacia, puesto que la publicidad que llevó consigo sirvió para un motivo mucho más importante.
         Durante el cuarto de siglo siguiente a que los hermanos Wright realizaran su primer vuelo, la aeronáutica había permanecido como una cuestión poco más que una cuestión de acrobacias y emociones, igual que lo habían sido los viajes en globo un siglo antes, en la época de Charles y Gay-Lussac. Durante la Primera Guerra Mundial se habían llevado a cabo combates violentos con aviones de caza y también a nivel pacífico ciertos servicios de correos, pero el público en general (y buena parte de las autoridades) no consideraba seriamente a los aviones como un medio de transporte.
         Sin embargo, el vuelo de Lindbergh motivó que el público tomara conciencia de la importancia de los aviones, abriéndose el camino para la expansión de los vuelos comerciales. Cuando hubo transcurrido otro cuarto de siglo, llegaron los viajes en jet y la gente consiguió y asimiló un nuevo tipo de transporte. Los trenes, después de un siglo de dominio desde la época de Stephenson, entraron en una época sombría, al menos en lo tocante al transporte de viajeros.
         Desde los días dorados de su vuelo, Lindbergh sirvió a la ciencia al trabajar con Carrell en el diseño de un corazón artificial para usarlo en el riego sanguíneo de los tejidos.

         Al final de los años treinta fue uno de los aislacionistas más destacados, lucho contra la participación de los estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.




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