La obra principal de Cauchy fue en
matemática pura, pero en un punto importante recayó en la física. Fue el
primero que intentó conseguir una base matemática para las propiedades del
éter, ese sólido –aunque gas- que dejaba pasar a su través las ondas luminosas
y los planetas. Su obra hizo posible que los científicos aceptasen la teoría
del éter, y consigo la ondulatoriedad de la luz, sin pérdida de respetabilidad,
aunque no fuese completamente satisfactoria.
Los intentos que hizo Maxwell para
mejorarla no fueron completamente satisfactorios. De hecho, nadie consiguió
hacer un trabajo que la probase de un modo convincente.
Los experimentos de Michelson y Morley,
una generación después de la muerte de Cauchy, no hicieron sino que empeorar
las cosas para la teoría del éter.
Los físicos estuvieron durante un siglo
ante el terrible dilema de la aparente necesidad del éter para explicar la
naturaleza de la luz y la aparente imposibilidad de darle una explicación
totalmente coherente, por presentar propiedades contradictorias. Para
liberarlos por fin, hizo falta la obra de Einstein.
Cauchy se vio rodeado de controversias
políticas a medida que iban pasando los años. Fue un partidario acérrimo de los
Borbones y cuando Carlos X, último rey
de esa estirpe (que había hecho barón a Cauchy) se fue al exilio en 1830
también se exilió él para evitar el jurar fidelidad al nuevo rey Luis Felipe.
Cauchy volvió a Francia en 1838, y cuando Luis Napoleón, sobrino del primer
Napoleón, subió al poder como presidente de la Segunda República, Cauchy no le
juraría lealtad, pues rehusó a ello, como ya había hecho Arago con
anterioridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario