lunes, 14 de diciembre de 2015

FRIEDRICH WILHELM HEINRICH ALEXANDER HUMBOLDT





         Humboldt, hijo de un oficial de la corte del rey Federico II de Prusia (el Grande), era un hombre de increíble personalidad. Su vida, de actividad febril, amplísimos intereses y grandes conocimientos, parece demasiado para que quepa incluso en los noventa años que ésta duró.
         Su educación, aunque esporádica, bastó para crear en él un interés especial por la ciencia en general, pero en especial por la botánica. En 1790 hizo el primero de sus numerosos viajes, tan solo a Europa Occidental donde tuvo ocasión de conocer a distintas eminencias científicas. A su vuelta, se matriculó en la Escuela de Minería de Friburgo, donde se empapó del neptunismo de Werner.
         Humboldt decidió ser geólogo e ingeniero de minas, siendo durante varios años inspector de minas en Bayreuth. Hizo una gran labor en su colocación y tuvo también tiempo para experimentar los efectos de corrientes eléctricas sobre músculos y nervios, fenómeno recientemente descubierto por Galvani. Humboldt apoyó a Galvani en sus debates con Volta, estando en el lado de los vencidos.
         La madre de Humboldt murió en 1796 y la parte de herencia que le tocó le quitó de toda necesidad de ganarse la vida con su trabajo. Con ello pudo llegar a satisfacer su pasión por viajar. En 1799 puso rumbo a América para hacer una visita de cinco años por todo el continente, teniendo que evitar al principio de su viaje a los barcos de guerra británicos, ya que estaban empezando las guerras napoleónicas.
         El viaje fue de exploración (pues navegó por todo el Orinoco, verificando el sistema de drenaje del Amazonas) y de investigación científica, pues fue recogiendo especies vegetales en cantidad además de curiosidades geológicas. Estudió las corrientes del Océano de la costa occidental de Sudamérica (todavía se llama en su honor a la corriente allí existente, Corriente de Humboldt). También observó como los volcanes de América parecían estar en líneas rectas como si siguieran la dirección de una grieta profunda en la corteza terrestre. Midió la declinación de la aguja magnética según se iba desde los Polos al Ecuador, llegó a subir al volcán Chimborazo, que tiene 6300 metros de altura, estableciendo un récord que nadie batió hasta la generación siguiente.
         A su vuelta a Europa pasó por la recién aparecida nación de los Estados Unidos, visitando al presidente Jefferson (que también era aficionado a lo científico, pero sin ninguna predilección especial).
         De vuelta a París, Humboldt escribió sobre sus viajes a América con gran sensibilidad (también era un magnífico escritor y poseía a su vez talentos artísticos). Colaboró con Gay-Lussac en la dirección de experimentos sobre la composición de la Atmósfera. Fue considerado por algunos como el hombre más famoso de Europa (junto con Napoleón), en su época. Ambos, Humboldt y Napoleón nacieron con un mes de diferencia, y Napoleón solo vivió la mitad de años, acabando mal.
         Después de la caída de Napoleón, Humboldt se puso al servicio de Federico Guillermo III de Prusia, como diplomático y como quiera que se le estaba acabando el dinero, acepto una colocación pagada en Berlín, reservándose la libertad de hacer viajes frecuentes a París, ciudad que prefería y donde era más feliz.
         Su mente inquieta siempre le mantuvo ocupado. Introdujo el uso de líneas isotermas (que marcan niveles iguales de temperatura) sobre el mapa del mundo como medio para comprender  la geografía del planeta y la vida en el mismo. De señalar sus ingentes medidas de temperaturas del agua a diferentes profundidades de los diversos mares por los que navegó.
         En 1829 le invitó el zar de Rusia, Nicolás I, para que explorase sus vastos dominios asiáticos, los cual hizo Humboldt en una expedición relámpago.
         Finalmente, metido ya en los 70 años, Humboldt empezó a organizar y reunir los conocimientos adquiridos a lo largo de su vida en un libro llamado Kosmos, en el cual, como su nombre indica, intentó dar una visión auténticamente cósmica de la Tierra y verla en su conjunto como un solo cuerpo. Es cierto que nadie antes que él, y con una mente tan inquieta, hubiera visto tanto del mundo ni hubiese estado preparado para escribir semejante libro. Afortunadamente vivió lo suficiente para poderlo acabar, a pesar de haber empezado tan tarde, aunque el V y último volumen no apareció hasta después de su muerte.
         Su obra constituyo un trabajo fecundo y. aunque no fuera muy considerara en su época, constituye una obra sobresaliente en la historia de la ciencia y fue la primera enciclopedia detallada de geografía y geología. Se puede decir que con este libro Humboldt funda la ciencia de la geofísica.


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