Después
de graduarse en la Universidad de Turín en 1854, Schiaparelli recibió clases de
Encke en Alemania y de Struve en Rusia. Al regresar a Italia se unió al
personal del Observatorio de Brera, en Milán, en donde llego a ser director en
1860. Tuvo este puesto hasta su retiro en 1900.
El interés primordial de Schiaparelli
fue el sistema solar. En la década de 1860 a 1870, investigó sobre los cometas
y con John C. Adams demostraron su afinidad con los enjambres meteóricos.
Esto fue bastante espectacular, pero en
los diez años que siguieron empezó algo sin darse cuenta, que a nivel del
público en general, sorprendentemente, aún hoy no ha perdido el interés. En
1877, Marte y la Tierra alcanzaban los puntos de sus órbitas más próximos. En
esta <posición tan favorable> que tiene lugar, poco más o menos, cada
treinta años, la distancia entre los dos planetas es de, solo, 50 millones de
kilómetros.
Por tanto, en 1877 los telescopios
giraban hacia Marte en un intento de mejorar el mapa de su superficie, el
vigente era el de Proctor.
Schiaparelli estudió el planeta rojo
atentamente, hizo medidas delicadas con un micrómetro y con cuidado hizo el
mapa de lo que había observado. En estas condiciones fue cuando Asaph Hall
descubrió las dos pequeñas lunas de Marte, pero Schiaparelli hizo algo mejor.
Continuó sus estudios y observaciones y en 1881 estaba seguro de que los rasgos
que observaba incluían líneas rectas que se juntaban, formando un complicado
diseño.
A estas líneas les dio el nombre de canali, que quiere decir canales
naturales (channels), pero la palabra italiana se tradujo mal al inglés, se
tradujo por canals (canales artificiales). Eso combinado con la sospechosa
rectitud que mostraban, realmente se tomo como estructuras artificiales, cosa
que, entre el gran público, produjo a la vez temor y gran entusiasmo.
La mayor parte de los astrónomos no
veían los canales, o lo que veían no lo interpretaban como tales, pero
Schiaparelli no cedió. (También observó líneas, o eso intuyó, en Mercurio, pero
no eran líneas finas, rectas, y no causaron sensación, por ellas pudo señalar
que Mercurio siempre presenta la misma cara hacia el Sol.)
Especulaciones en relación a la
posibilidad de una vida inteligente en Marte surgieron en la prensa popular.
Aún, ciertos astrónomos sintieron la pujanza de esa espectacular posibilidad.
Entre estos estaba Flammarion, y el más <marciano> de todos ellos,
Percival Lowell, que llevó la cuestión mucho más allá que Schiaparelli.
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