Como consecuencia de la represión de
1793 que en Lyon hubo contra la República, fue tomada esta ciudad. El padre de
Ampère, uno de los oficiales de la plaza, fue guillotinado y como resultado de
ello Ampère sufrió una profunda depresión de la que salió con dificultad. En
1804 murió su mujer, al poco tiempo de casados, y esto le volvió a deprimir
enormemente.
A pesar de todo, continuó su carrera de
profesor de física y química en Bourg y más tarde, en 1809, como catedrático de
matemáticas en París.
Cuando en 1820 fue anunciado en la
Academia de Ciencias de París el descubrimiento de Oersted (que un hilo
conduciendo una corriente eléctrica desviaba la aguja magnética), los físicos
franceses entraron en una gran actividad. Nada parecido se volvió a ver hasta
el descubrimiento de la fisión nuclear, algo más de un siglo más tarde.
Ampère y Arago estuvieron en
vanguardia. Una semana más tarde del anuncio de Oersted, Ampère demostró que la
inclinación de la aguja obedecía a lo que hoy se conoce como “la regla del
sacacorchos” o “regla de la mano derecha. La regla indica que la mano derecha
se coloca como cogiendo el hilo conductor, el dedo pulgar indica la dirección
de la corriente y los otros dedos indicarán entonces la orientación del polo Norte
de un imán. Según esto, el imán se desviará en la dirección de los dedos, es
decir, rodeando o bien circulando alrededor del hilo. Este es el comienzo de la
aparición del concepto de líneas de fuerza que habría de generalizar Faraday.
También ayudó a interpretar el Universo más allá del concepto puramente
mecanicista de Galileo y Newton.
Era necesario para aplicar la regla de
la mano derecha establecer el sentido de la corriente eléctrica y a partir del
hilo conductor en sí no se deducía nada. Se tendría que aceptar
convencionalmente si la corriente iba del polo positivo al negativo o al revés.
(En esta época todavía no se sabía nada con seguridad). Parecía natural tomar
el sentido del flujo eléctrico desde el polo positivo al negativo, adoptándose
la idea de Franklin, que creía que el polo positivo tenía un exceso de
<fluido eléctrico> y el negativo una deficiencia del mismo.
Este concepto convencional se ha
respetado desde entonces y hasta nuestros días, a pesar de que la idea de
Franklin estaba equivocada y Ampère la había seguido. Hoy se sabe que la
corriente eléctrica es un flujo de electrones que va del polo negativo al
positivo, pero no importa tomar el concepto al revés, siempre y cuando se tenga
claro y se tome siempre igual.
Ampère demostró que no hacían falta
imanes ni limaduras de hierro para poder observar las atracciones y repulsiones
magnéticas. Montó dos hilos paralelos, uno de los cuales podía acercarse o
alejarse del otro libremente. Cuando ambos hilos conducían corriente en el
mismo sentido, ambos se atraían entre sí y cuando la corriente iba en sentidos
opuestos, los hilos se repelían. Si un hilo conductor puede girar libremente
alrededor de un eje perpendicular a él y al otro hilo también y la corriente se
hace pasar en sentidos opuestos, el hilo móvil describe un semicírculo hasta
que se coloca paralelamente al fijo, conduciendo así la corriente en el mismo
sentido.
Ampère también estudió los campos
magnéticos producidos por corrientes que atraviesan un hilo circular.
Reconoció, con Arago, que teóricamente un hilo espiral (en forma de muelle
cilíndrico) que condujera una corriente, se comportaría como un imán y llamó a
tal espiral, un selenoide. Esta idea fue puesta en práctica por Sturgeon y llevada a su más alto nivel por Henry.
Mientras tanto, Oersted había llevado
al campo de la experimentación la cuantificación de los fenómenos eléctricos.
Si se podía desviar la aguja magnética por medio de una corriente eléctrica,
dicho fenómeno se podría analizar midiendo la desviación de dicha aguja sobre
una escala graduada, informándonos así de la cantidad de corriente que
atraviesa el hilo.
Ampère fue el primero que llevó a la
práctica estas medidas al aplicar las matemáticas avanzadas a los fenómenos
eléctricos y magnéticos. En 1823 expuso una teoría que decía que las
propiedades del imán tenían su origen en la existencia de pequeñísimas
corrientes eléctricas que circulaban eternamente por él y en esta idea se
adelantó a su época, pues la existencia de pequeñas partículas con carga eléctrica
permanente circulando por ellas, no se descubrió hasta tres cuartos de siglo
más tarde. Los contemporáneos de Ampère acogieron estas teorías con gran
escepticismo.
En honor de Ampère, hoy se mide la
cantidad de corriente eléctrica que atraviesa un punto de un conductor en una
unidad de tiempo en “amperios”. Ampère pudo llegar a esta idea, pues fue el
primero que diferenció la cantidad de corriente que atraviesa un conductor de
la fuerza impulsora que la <lanza>. Esta fuerza se mide en voltios, en
honor a Volta.
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