Después de empezar estudios de
ingeniería, Hertz, los dejó por los de física, fue alumno de Helmholtz y
Kirchhoff. Con el primero mantuvo una gran amistad que duró toda su vida,
porque desgraciadamente murió tan pronto que Helmholtz, que era mucho mayor que
él, vivió un años más.
Cuando trabajaba en la Universidad de
Kiel en 1883 se interesó en la ecuación que gobierna el campo electromagnético,
que había conseguido Maxwell, recientemente fallecido. La Academia de Ciencias
de Berlín ofreció un premio por un cierto trabajo relacionado con el campo
magnético y Helmholtz indicó a su joven protegido que hiciera una tentativa y
le prestara su atención y dedicación al asunto.
Hertz, que ya tenía un puesto de
profesor en un colegio de Karlsruhe, se puso a trabajar sin demasiado
entusiasmo, pero cuando lo realizaba en 1888 encontró algo más allá de lo que
andaba buscando. Había montado un circuito eléctrico oscilante, moviéndose
entre dos esferas metálicas separadas por un espacio de aire. Cada vez que el
potencial alcanzaba un máximo en una dirección u otra saltaba una chispa entre
las esferas. (Durante estos experimentos notó que cuando brillaba la luz
violeta en el terminal negativo, la chispa saltaba más fácilmente. No continuó
con esto, aunque fue el primer conocimiento del efecto fotoeléctrico, que
explicaría una generación más tarde el mismísimo Einstein y por lo que
alcanzaría el premio Nobel.)
Con la chispa oscilante, la ecuación de
Maxwell predecía que se podrían generar radiaciones electromagnéticas. Cada
oscilación debería producir una onda, de modo que la radiación sería de una
longitud de onda extremadamente larga. Como la luz se propaga a unos 300000
kilómetros por segundo, una longitud de onda que se produjera en una oscilación
de una milésima de segundo tendría una longitud de 300 kilómetros de largo.
Hertz utilizó como dispositivo para
descubrir la presencia posible de tal radiación, un simple alambre enrollado,
con un pequeño espacio de aire entre las espiras, Cuando la corriente originaba
radiación en la primera espiral, ésta originaba corriente en la segunda. Hertz
descubrió pequeñas chispas que saltaban por los espacios de aire en su espiral.
Al mover este detector en varios puntos de la habitación, por la intensidad de
la chispa pudo explicar el aspecto de las ondas y calculó su longitud de onda,
o sea 66 centímetros, que era un millón de veces mayor que la longitud de onda
de la luz visible. Se las arregló para demostrar que estas ondas implicaban un
campo eléctrico y magnético, por lo tanto, eran de naturaleza electromagnética.
De este modo Hertz comprobó la utilidad
de la ecuación de Maxwell. En Inglaterra, Lodge confirmó los experimentos de
Hertz, y Righi hizo lo propio en Italia, demostrando la relación entre las ondas
“hertzianas” con la luz. Cuando Marconi invento un medio práctico para utilizar
estas ondas en la telegrafía sin hilos, les dieron el nombre de ondas de radio
(siendo radio una abreviatura de radiotelegrafía, es decir, telégrafo por medio
de radiación, que es opuesto, totalmente distinto, al telégrafo por hilos, o
con corriente eléctrica).
En 1889, Hertz sucedió a Clausius como
profesor de física en la Universidad de Bonn, en donde trabajó con rayos
catódicos. Creía que estos rayos, catódicos, eran ondulatorios y no
corpusculares, porque penetraban finas
películas metálicas y consideraba que cualquier partícula no podría hacer eso.
Si hubiese vivido por más tiempo habría visto que la
radio de convertía en un factor importante de la sociedad humana, pero ni
siquiera pudo vislumbrar el principio. Tampoco presenció el descubrimiento de
Thomson del electrón, que demostró ser una partícula mucho más pequeña que el
átomo, y por lo tanto, era posible, y así sucedía, que penetrara y atravesara
fácilmente la materia.
Murió Hertz después de una larga enfermedad, debida a
un envenenamiento crónico de la sangre, antes de cumplir los cuarenta años.
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