lunes, 28 de septiembre de 2015

BENJAMIN FRANKLIN





         Benjamín Franklin, hijo número quince de una familia de diecisiete hermanos, fue escritor, impresor, político, diplomático y científico. Fue un fenómeno del Nuevo Mundo en el siglo XVIII. Fue el único americano de la época colonial que alcanzó fama en Europa. Para los americanos, del norte, su reconocimiento fundamental es por ser uno de los fundadores de la nación, para los europeos, por lo menos en aquella época, lo fue por la de ser un extraordinario filósofo natural.
         Su ingenuidad se pone de relieve en muchos de sus inventos, como por ejemplo, la estufa que mejoró y las gafas bifocales. Sin embargo alcanzó sus mayores éxitos en el campo de la electricidad.
         La electricidad estática se había convertido en algo fascinante en el siglo XVIII, desde que Guericke fabricara la primera máquina de electricidad. En 1745 y en la Universidad de Leyden se inventó un artificio que consistía en un vaso de cristal forrado interiormente de metal y metido dentro de él una varilla, en la que se pinchaba un corcho. Esto podía almacenar grandes cantidades de carga eléctrica estática que se le suministraba de una máquina en que la carga se producía por forzamiento.  El vaso de Leyden se podía descargar al acercar la mano a la varilla central y si ésta había acumulado bastante carga, el que ponía la mano recibía una descarga que no olvidaba fácilmente. Si el vaso se acercaba a algún metal, una chispa minúscula cruzaba el aire acompañada de un crujido.
         Muchos científicos experimentaban con los vasos de Leyden, y Franklin entre ellos. Observó la chispa luminosa y el crujido y consideró la posibilidad de que fueran diminutos rayos y truenos. Acaso, viéndolo desde otro punto de vista, ¿no podían ser los majestuosos rayos y truenos del cielo un intercambio de electricidad entre la Tierra y el cielo que hacía de partes de un gigantesco vaso de Leyden?
         Benjamín Franklin decidió probar un experimento, el cual le haría inmortal, de una manera espectacular. Hizo volar una cometa durante una tormenta, en 1752, que tenía un alambre de punta en su extremo superior, la enganchó con hilo de seda que se cargaría con la electricidad que hubiera por arriba, suponiendo que la hubiera por alguna parte.
         En plena tormenta, Franklin acercó la mano a la llave (metálica), a la que estaba atado el hilo de seda y saltó una chispa del mismo modo que ocurría en el vaso de Leyden. Además, pudo cargar un vaso de Leyden a partir de la llave del mismo modo que lo cargaba con una máquina de electricidad de frotamiento de las hechas por el hombre. La cometa de Franklin <electrizó> el mundo científico y por ello le hicieron miembro de la Royal Society.
         Franklin tuvo una gran suerte, dado el peligro que representaba su experimento, prueba de ello son las dos víctimas que causó en los dos científicos que intentaron emularle y realizar su experimento inmediatamente después que él. (Sin embargo, por esta misma época, Canton trabajando en experimentos no peligrosos sacó otra conclusión más sutil en relación con el cielo y la electricidad.)
         Franklin sacó, en seguida, consecuencias prácticas de su experimento. Ya en 1747 observó que el vaso de Leyden se descargaba mucho más rápidamente y a través de mayores espacios de aire si se acercaba metálico y puntiagudo. Parecía que esta punta atraía a la electricidad, por lo que sugirió que se debían colocar en los techos de las casas varillas con punta de metal que se conectaran a tierra. Tales objetos descargarían las nubes rápidamente, con lo que se alejaba y/o reducía el peligro sobre los edificios. Se probó, sin duda, su eficacia y en 1782 había ya 400 de estas varillas en Filadelfia.
         Cuando un cuarto de siglo más tarde, ya anciano, Franklin representó a los recién creados Estados Unidos ante los mandatarios franceses, estando su país en la guerra revolucionaria, probó ser el hombre idóneo para dicho cargo. La sociedad cultural francesa, así como las autoridades, cayeron rendidos a los pies del hombre que había domado los rayos de los cielos, haciéndolos caer bajo tierra. ¿Cuánto del nacimiento afortunado de los Estados Unidos se puede deber al vuelo de una cometa en una tarde de tormenta?
         Franklin también prestó un inestimable servicio teórico a la ciencia de la electricidad por un hecho accidental también. Se sabía de la existencia de dos clases de carga eléctrica. Dos varillas de ámbar se repelían si se frotaban y electrificaban, de la misma manera que lo hacían dos varillas de vidrio. Sin embargo, una varilla de ámbar electrificada atraía a una de vidrio también electrificada. Parecía ser el caso de <opuestos se atraen y semejantes se repelen> como en magnetismo, donde el polo norte de un imán atrae al polo sur de otro, mientras que los polos norte de dos imanes se repelen entre sí, como igualmente lo hacen los dos polos sur en las mismas circunstancias.
         Franklin se explicó esto considerando la electricidad como un fluido sutil que se podía presentar en exceso o en defecto. Así, un objeto con un exceso atraería a otro con defecto (a través del aire y acompañado de rayos y truenos) y ambas electrificaciones de neutralizaban.
         Franklin sugirió que el exceso del fluido se debía llamar electricidad positiva y el defecto, negativa.
         Siglo y medio después de Franklin se asoció la electricidad con las partículas subatómicas, en particular con el electrón, descubierto por J. J. Thomson. En todo caso si la electricidad estática se consideraba como un defecto o exceso de electrones, la situación era exactamente igual a la propuesta por Franklin.
         Desgraciadamente, los objetos que Franklin consideró con exceso de electricidad, en la actualidad se sabe que contienen un defecto de electrones (tiró la moneda al aire y no acertó). El electricista de hoy en día al montar sus circuitos, asume que la corriente eléctrica va desde el borne positivo al negativo, pero los físicos saben que los electrones fluyen al revés. No tiene importancia cuál de las dos convenciones se siga, con tal de que el que monta los circuitos siga siempre la misma y se tenga en cuenta para determinados componentes sensibles al sentido de la corriente.
         La mente afanosa de Franklin se preocupó de otros problemas también. Trabajó (todo lo bien que pudo) sobre el curso de las tormentas en el continente americano (en el norte) y fue el primero que estudió la corriente de agua cálida que va por el Atlántico norte y que hoy llamamos Corriente del Golfo.
         En el año 1900, Franklin recibió un merecido homenaje y, fue seleccionado como uno de los miembros, de los primeros, de honor de la Galería de la Fama para grandes americanos.


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