jueves, 16 de enero de 2014

ALFRED BERNHARD NOBEL





Alfred tenía el don de inventar adquirido “genéticamente”, su padre ya era un inventor notable. De este último fue el invento de una mina submarina, que llevó a la familia a san Petersburgo en 1842, ya que el gobierno ruso compró la patente del invento y le contrató para supervisar su producción. Nobel (que por el lado de su madre era descendiente de Rudbeck) creció por eso en Rusia, educándole tutores privados. En 1850 enviaron a los Estados Unidos, donde pasó cuatro años, siendo profesor suyo Ericsson.

Cuando el joven Nobel regresó a Rusia, encontró a su padre ocupado en un nuevo proyecto, la fabricación de explosivos. Había un interés particular en la nitroglicerina, descubierta diez años antes por Sobrero. La estancia en los Estados Unidos le había dado una visión de un continente a punto de ser domado y observó cómo las carreteras surgían al volar las montañas, se hacían los canales, se ponían cimientos y todo con la ayuda directa de un violento explosivo, tal como la nitroglicerina, en vez de los fatigados músculos de incontables trabajadores. (La visión de los usos pacíficos de los explosivos no es un idealismo vano en manos de Chardonnet y Hyatt, a quienes una forma modificada del mortal algodón-pólvora de Schönbein les sirvió para iniciar la fabricación de fibras artificiales y plásticos.)

Nobel regresó a Suecia en 1859 y empezó a fabricar nitroglicerina, que resultó ser tan útil como esperaba, pero no había modo de hacer que la gente la tratase con el debido cuidado y ocurrieron muchos accidentes. Su propia fábrica voló en 1864 y mató a su propio hermano. El gobierno sueco negó el permiso para que la fábrica se reconstruyese y se consideró a Nobel como un científico loco que fabricaba destrucción.

Nobel se puso a trabajar para descubrir un método que domase la nitroglicerina y reducir el peligro a mínimo aceptable, trabajaba en un barco en el centro de un lago. En 1866 encontró que un barril de nitroglicerina rezumaba y el líquido lo había absorbido el embalaje. Este estaba hecho de lo que se llamaba <barro de diatomeas o Kieselgur> y la tierra donde se apoyaba estaba totalmente seca.

Experimento con la combinación de tierra porosa y nitroglicerina y comprobó que no estallaba sin la ayuda de un fulminante. Sin éste, la mezcla podía manipularse sin peligro. Además, en la combinación, la nitroglicerina conservaba todas sus propiedades de destrucción. Nobel llamó a la mezcla dinamita, que en forma de cilindros sustituyó a la nitroglicerina libre como explosivo.


Nobel también inventó la gelatina explosiva. Los explosivos y los pozos de aceite de Baku, Rusia, le proporcionaron una gran fortuna. La dinamita pasó al oeste americano y los explosivos en general tuvieron muchísimos usos pacíficos. Sin embargo, fueron la espina dorsal de la guerra moderna, hasta la llegada de las armas nucleares, y al humano e idealista Nobel, le contempló todo el mundo como el inventor de los horribles instrumentos de guerra. Era soltero, solitario e impopular, la gente no comprendió que el inventor de la dinamita realmente creía que sus explosivos proscribirían la guerra al hacerla tan horrible.

A su muerte dejó una fundación de 9.200.000 dólares, para la institución de premios anuales (premios Nobel) en cinco ramas: paz, literatura, física, química y medicina. Se han convertido en el honor máximo que se puede alcanzar por proezas en estos respectivos campos y aunque van acompañados de un premio en metálico considerable, esto no se puede comparar al honor, prestigio y popularidad que confieren. Estos premios no se otorgaron hasta que se vencieron ciertas dificultades. Nobel había redactado él mismo su testamento, que tenía algunos fallos, lo que condujo a un proceso legal de cinco años. Al fin, los deseos de Nobel se cumplieron y los premios empezaron a repartirse justamente, cuando la segunda revolución científica se ponía en movimiento.




El primero que obtuvo el premio Nobel fue el físico Roentgen, que con su descubrimiento de los rayos X empezó dicha revolución científica. El Instituto Nobel de Suecia lleva su nombre y como el elemento 102 se aisló allí, en 1958, se le dio el nombre de nobelio.



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