lunes, 20 de marzo de 2017

ROBERT HUTCHINGS GODDARD




         Goddard se educó en Boston. Era un niño enfermo cuyos pensamientos, extraños, iban encaminados a lo que entonces se consideraba fantasía. Su familia volvió a Worcester cuando tenía dieciséis años y allí fue al Polytechnic Institute, graduándose en 1908. Recibió su doctorado en física en la Universidad de Clark, en Worcester, en el año 1911. Enseñó en Princeton, pero volvió a Clark en 1914, donde permaneció durante cerca de treinta años.
         Tenía una mente lo bastante atrevida para ser un escritor de ciencia-ficción, y además poseía una gran base científica. Siendo todavía estudiante, describió una línea de ferrocarril entre Boston y Nueva York en la cual los trenes viajaban suspendidos y movidos por campos electromagnéticos, de modo que hacían el viaje en diez minutos. A esta idea le puso el título de Viajar en 1950, pero como infinidad de veces con la ciencia-ficción, cuando transcurrían los años cincuenta, el viaje duraba no menos de cuatro horas.
         Goddard también se interesó en la ciencia de los cohetes cuando todavía era casi un niño. En 1919 su interés había madurado hasta el punto de ser capaz de publicar un pequeño libro titulado A Method of reaching Extreme Altitudes. En esto Tsiolkovsky se había anticipado, pero Goddard dio un paso más y empezó a experimentar no solo con cohetes de pólvora.
         En 1923 Goddard probó el primero de un nuevo tipo de motor para cohetes usando combustibles líquidos, gasolina y oxígeno líquido. Este fue el primer avance revolucionario sobre los anteriores cohetes de combustible sólido. (Los cohetes primitivos se usaban principalmente de modo festivo, en el 4 de julio y ocasiones similares, pero hubo una época en la primera mitad del siglo diecinueve en la que se usaron para la guerra, muestra de ello es la referencia que se hace en la letra del himno nacional <el resplandor rojo de los cohetes>.)
         En 1926 Goddard preparó su primer gran cohete. Su mujer le sacó una foto delante de él antes de que lo lanzara. Este cohete era el abuelo de los monstruos, que una generación más tarde, rugirían sobre el Caspio, Florida y California.
         Goddard de las arreglo para obtener algunos miles de dólares de la Smithsonian Institution, y en julio de 1929 lanzó un cohete mucho más grande cerca de Worcester, Massachussets, que llegó más lejos y a mayor altura que el primero, y lo que fue más importante, llevó dentro un barómetro, un termómetro y una cámara fotográfica que pudiera fotografiar todo el procedimiento. Fue el primer cohete que llevo instrumentos en su interior.
         Desgraciadamente, Goddard tenía todavía cierta reputación de chiflado, y el ruido que hizo su segundo cohete motivo quejas a la policía, que le obligó a no llevar a cabo más experimentos de este tipo en Massachussets.
         Afortunadamente, el propio Lindbergh se interesó por los trabajos de Goddard. Visitó a éste y se impresionó lo suficiente como para persuadir a Daniel Guggenheim, un filántropo, de que subvencionara los trabajos de Goddard dándole una cierta cantidad de dinero, no pequeña por cierto. Con ello, Goddard pudo construir una estación experimental en un lugar solitario de Nuevo México. Allí construyo cohetes más grandes y desarrolló muchas de las ideas que años más tarde se estandarizarían dentro de la ciencia de los cohetes. Diseñó cámaras de combustión con la forma apropiada de manera que quemando gasolina y oxígeno la propia combustión rápida pudiera usarse para enfriar las paredes de la cámara.
         De 1930 a 1935 lanzó cohetes que alcanzaron velocidades de hasta 900 kilómetros por hora y alturas de cerca de 2,5 kilómetros. Desarrolló sistemas para dirigir un cohete durante el vuelo usando una especie de timón para desviar la expulsión de los gases, así mismo utilizó también sistemas de giroscopios para mantener al cohete en la dirección adecuada. Poco a poco lo iba patentando todo, llego a acumular más de 200 patentes.
         Pero el gobierno americano nunca se interesó realmente por su trabajo. Solo durante la Segunda Guerra Mundial Goddard consiguió que le financiaran, e incluso esta vez fue solo para diseñar pequeños cohetes que ayudaran a los aviones a despegar de las pistas de los portaaviones. (Uno de los primeros inventos de Goddard se perfeccionó también dando lugar a la conocida arma de la Segunda Guerra Mundial llamada bazooka.)
         Durante aquel tiempo, en Alemania, los cohetes se estaban desarrollando como armas poderosas. Cuando los expertos en cohetes alemanes fueron llevados a América después de la guerra y se les preguntó sobre la técnica de los cohetes se llenaron de asombro y preguntaron por qué los oficiales americanos no preguntaban a Goddard, ya que era de él y de sus trabajos de quien y donde ellos habían aprendido prácticamente todo lo que sabían.
         Los oficiales americanos no habían podido hacerlo puesto que a Goddard no se le había prestado atención durante su vida y murió antes de que hubiera podido repararse dicha falta de atención.
         Goddard vivió lo suficiente para enterarse de la existencia de los cohetes alemanes, pero no lo bastante para ver el siguiente paso que dio su país, y los rusos, dentro de la carrera espacial.
         Sin embargo, si se puede decir que la era espacial se debe a alguien en concreto, a un solo hombre, este hombre tiene que ser Goddard.

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